Sunday, June 4, 2023

Congo, su lucha anti extractivista y cómo no terminar en la boca de un elefante en la selva africana


Quien te acompaña es fundamental para este tipo de experiencia de aventura, Plaisance Vladimir es el mejor.

Por Arturo Massol Deyá


Para llegar al Congo se requiere de un espíritu de despojo verdadero, o sea, deshacerse de los miedos y de las malas ideas que nos han metido en la cabeza. Así llegué, invitado por el 11 Hour Project para compartir la experiencia de Casa Pueblo en un taller de trabajo con organizaciones y ONG’s -principalmente de la vecina República Democrática del Congo- donde sólo el 9% de la población tiene acceso a la energía eléctrica. Ambas son repúblicas jóvenes  vecinas y separadas por  el Río Congo, que después del Amazonas, es  el río más caudaloso del mundo. 

En el taller, además de congoleños y congoleñas, compartimos entre otros con representantes de Camerún, Senegal y África del Sur. Fue ahí que conocí por voz directa de luchadores de derechos humanos sobre Virunga y su histórico Parque Nacional, donde la cultura extranjera colonial y extractivista del petróleo coloca la zona en un conflicto devastador. Es impresionante y doloroso el conflicto en esta zona de vida única y especial. 

Un asunto que merece mucha atención es cómo una hidroeléctrica comunitaria, el acceso a la energía renovable y la capacidad de hacer trabajos que agregan valor añadido con turismo ecológico representan una ruta de desarrollo local alternativo al afán foráneo de explotación. Aquellos que quieran conocer mejor, en Netflix puede encontrar el documental Virunga (Nat Geo). 

De este viaje me llevo muchas lecciones, amistades y otros compromisos que, más que contar, debo integrar al quehacer comunitario. Fui a presentar lo que hacemos en Casa Pueblo como un referente de cambio pero, al final del día, terminé siendo el estudiante del grupo. 

Llegar al Congo no solo requiere descartar advertencias de amigos y familiares, sino también tramitar -con tiempo- una visa de entrada, tener evidencia de vacunaciones contra la fiebre amarilla y el covid, tomar preventivamente malarone para prevenir la malaria y andar con medicamentos que pudieran auxiliar en la ruta como para un resfriado, manejo de infecciones por ingesta de alimentos o agua. En mi caso, fui y regresé ileso. Confieso que sentía más empatía y seguridad allí que en muchos lugares de Arizona o Florida. 

Pero ir al Congo, a cualquiera de los dos, y no adentrarse en la selva sería un viaje a medias. Wild Safari Tours, de gestión local por Ibalank Emerancy Francel, me organizó una visita al Parque Nacional Odzala-Kokoua para, entre otras cosas, encontrarme con la selva y algunos de sus habitantes como son sus gorilas occidentales de llanura, la especie de cocodrilos de hocico delgado en peligro de extinción, antílopes, búfalos y una dominante y espectacular población de elefantes de bosque. Este lugar -Reserva de la Biósfera desde 1977- es uno de los parques más antiguos de toda África.

¿Qué necesitas saber? La empresa de turismo local es fundamental para lograr una experiencia cabal. Aunque el lenguaje para personas como yo es una barrera pues la mayoría habla francés como segundo idioma, algunos hablan inglés con dificultades como las nuestras. Quizás no es evidente en la coordinación, pero luego del viaje cobran sentido muchas cosas que no te explican. 

Un choque inicial son los altos costos de la expedición y pagar en efectivo con billetes altos en buenas condiciones (no aceptan tarjetas de crédito aún). Sin embargo, el recorrido desde la capital Brazzaville al Parque Nacional son 10 horas por una buena ruta. Desde el combustible, la necesidad de dos conductores, un buen vehículo todo terreno que sufrirá mucha tensión en la ruta y durante las trayectorias en la reserva por caminos de tierra, guías intérpretes en el bosque, los que cocinan y atienden las habitaciones, los que se bajan y cortan un árbol que de repente bloquea un camino, costos de entrada al parque, 5% para la comunidad y la importancia de tener pocos visitantes para una buena experiencia (8 personas máximo en el campamento) explican el costo de $2,500 para 3 noches y 4 días. Además, es importante valorar las actividades de turismo de conservación como contraste a la economía de la extracción y exportaciones de recursos no renovables. 



Mientras menos extranjeros haya en la periferia de la selva, mejor será la experiencia. Debe ser paciente, hacer silencio disciplinadamente  y evitar el uso de lociones o perfumes que generen olores para los animales, pues éstos pueden olfatearlo con gran habilidad desde la distancia. Por ejemplo, usé repelente de mosquitos y, cuando un elefante mella’o, o sea, con un solo colmillo, entró a una de las bahías o planicies abiertas, inmediatamente se percató de que algo extraño acechaba. Desde el punto de observación a 80 metros de distancia, quedamos maravillados por la entrada de aquel paquidermo, seguido por una postura de movimientos defensivos que incluía elevar la trompa para orientarla como el periscopio de un submarino buscando dar con la fuente. Este encuentro en el mirador de MOBA, a una hora de distancia en camioneta del campamento base, y tras una caminata de 15 a 20 minutos por el espeso bosque, ocurrió tras casi una hora de observación sin que ningún animal se presentara. 

Paciencia, silencio y disfrute total de la tranquilidad de la selva, de eso se trata. Entró, danzó con la trompa alzada y se retiró rápidamente el enorme elefante, que parece perdió uno de sus colmillos en una de esas batallas del paquidermismo machista ‘tóxico’ fundamental en el proceso de selección natural selvática. Unos minutos después entraría una elefanta con tres crías para tomar agua y divertirse en la piscina central. Una de las crías hizo vigilancia acercándose, hasta que se percató de nuestra presencia y salió corriendo a toda prisa para acercarse a su mamá y hermanos. 

El final de la velada coincidió con la entrada de la noche. Con linternas en la frente habría que hacer la caminata de regreso al camino principal. ¿Qué tal si nos topamos con uno o varios elefantes en medio de la oscuridad? ¿Un búfalo o leopardo? La incertidumbre y los riesgos le añaden mucho a la experiencia. Al día siguiente regresaríamos temprano por la misma ruta desde donde sus huellas frescas y recurrentes evidencian quiénes gobiernan la zona.

Desde la capital Brazzaville, la ruta por la carretera a Odzala-Kokoua te muestra una cara importante del modo de vida congolés con aldeas, pueblos y actividades dominantes retratadas a través de la ventanilla del vehículo. Conmueve  mirar los rostros de su gente. Niños y niñas felices de camino a la escuela, mujeres y hombres trabajando, las caras de la pobreza, de la necesidad y de los deseos de vivir  Construcciones en paja, madera, barro, ladrillo y zinc dominan una arquitectura pintoresca llena de simpleza y humildad. Solo al llegar a Edou -pueblo de origen del ahora presidente- y en otras instancias más, destacarían estructuras grandilocuentes como un absurdo mega aeropuerto que debió costar una fortuna, pero que no guarda proporción alguna con el escaso tráfico aéreo. Enormes edificios de cemento armado así como viviendas para familias pudientes contrastan marcadamente con el resto del paisaje.



Salimos a las 5:00 de la mañana para llegar a eso de las 3:00 de la tarde al portón de la Reserva. En Odzala-Kokoua cabe un Puerto Rico y medio. Guardabosques armados custodian la reserva, que opera como una especie de estructura de co-manejo. Esa tarde fuimos cansados al mirador de Imbalanga a 10 minutos caminando del campamento. Sólo pudimos ver un antílope y un águila africana, pero salí pensando un poco que todo era un tanto performático, inclusive cuando me pidieron no caminar solo y mucho menos salir en la noche. Viniendo yo del campo, donde nuestros bosques guardan ciertas similitudes con esta reserva, pensé que exageraban algo, tal vez por eso de darle una cierta mística de peligrosidad a la experiencia.

En la noche, fui el único poblador del campamento. Los guías y trabajadores duermen a una distancia considerable y debo confesar que los sonidos extraños del bosque con los silencios sin coquíes boricuas intimidaban. A la mañana siguiente, regresamos al punto de observación donde apenas divisamos algunas aves. Pero la paciencia y la suerte se entrecruzan en expediciones como esta. Al terminar el almuerzo, regresó Plaisance Vladimir, un joven guía local que gracias a la divina providencia no es un cazador, de lo contrario, no habría vida silvestre en la zona. Plaisance no habla español ni francés pero es un gran ser humano que lee y habla con la mirada. Sabía o percibía que no andaba convencido. “Dile que venga, que hay un gorila en la bahía”, le dijo a Ibalank y de ahí bajamos a toda prisa en silencio. Con esas ideas contaminadas de la desconfianza que se vive en nuestro país pensaba: “cuando llegue, me dirá que se fue”. Pero no, allí estaba el gorila y estuvo cerca de una hora para ser admirado. Mientras lo espiaba por binoculares era imponente ver su mirada fija sobre la mía. Nos hicimos amigos sin que lo supiera (o quizás sí). 


Al regreso, Ibalank hizo una señal de alto, percibió un olor rancio que luego era evidente para mí mientras  se escuchaban sonidos del crujir de ramas como bajando de los árboles. Pensé con cierto temor que serían los verdaderos amigos del gorila que nos habían emboscado. Ibalank no tenía miedo pero su preocupación estaba escrita en todo su rostro. Me pidió retroceder, todo en silencio. Al rato era evidente que el sonido se alejó y pudimos regresar, no sin antes ver en la vereda estrecha las huellas recientes de un elefante. La posibilidad de toparse con uno allí es muy alta y la desventaja de un encuentro que asuste o provoque al animal la lleva el forastero. En ese momento se hizo evidente la importancia de interpretar los sonidos y leer los olores del lugar, las advertencias por los peligros del bosque son muy reales y ejercer prudencia es la mejor estrategia.

A partir de ahí veríamos los elefantes en el mirador de MOBA, caminaríamos en la noche y regresaríamos al día siguiente con muy poca suerte porque se nos unieron cuatro turistas jóvenes franceses que hablaban mucho y estaban cargados de olores de perfumes y desodorantes encima. Desde el primer día había comentado mi interés de hacer senderismo y así hicimos, nos iríamos desde MOBA por el medio de la selva donde transitan los elefantes hasta llegar dos horas más tarde a Lokoué, uno de los ríos principales del parque. Allí embarcamos en un recorrido donde habitan cocodrilos muy particulares y en peligro de extinción. Como la selva mantiene las riberas del río ocupadas por una densa vegetación a ambos lados, los cocodrilos de hocico delgado posan sobre las ramas para tomar el sol. Vimos varios, uno o  una se dejó hasta retratar antes de saltar al agua cuando nos acercamos. 



A la vuelta de ver una manada de búfalos coincidimos con un joven elefante en el río. El animal decidió regresar a la selva y corrió por más de 300 metros para luego salir al río nuevamente pensando que nos había dejado atrás. Lo que desconocía el primo en libertad de Mundi -la elefanta boricua- era que Plaisance Vladimir estaba guiando la expedición con señales desde la parte delantera del bote al operador en la parte de atrás. Navegamos hasta toparnos cara a cara. Con una agilidad impensable, el elefante sorprendido nadó hasta cruzar el río. Sin embargo, la densa vegetación no le permitió subir a tierra firme para seguir camino. Entonces, dio un giro súbito dentro de las ramas que lo ocultaron momentáneamente para, asustado e irritado, emprender con su nado hacia la embarcación. Por supuesto que nos alejamos para guardar distancia y ofrecerle una tregua. Finalmente regresó a la orilla inicial donde el agua le cubría un poco más de la mitad de su cuerpo. Desde allí, eran evidentes sus gestos de guerra. El guía quiso acercarse nuevamente a pesar del asombro y la preocupación compartida. Mientras esto ocurría, el motor de la lancha, como un carrito viejo, se apagó. Nos quedamos mirando fijamente: él cansado, nosotros maravillados y nerviosos. Entonces, el elefante decidió usar sus energías para cruzar nuevamente el río y buscar salida a la selva. Lo logró. 

Nosotros regresamos a tierra sabiendo que vivimos un encuentro poco común. Paciencia, suerte y disciplina son ingredientes que se juntan en estas exploraciones. Regresé a Brazzaville feliz y recargado, sintiendo a la vez un privilegio mayor, con nuevas responsabilidades por lo vivido. 

Quiero regresar pero a Virunga, en el otro Congo, cuando las condiciones lo permitan. En ese entonces, espero me acompañe Mari Mari porque Siempre te quieres ir.


VIDEO RESUMEN:




Sunday, November 21, 2021

Canón del Antílope, Nación Navajo: “El lugar donde el agua corre entre las piedras"

Por Malamañosa 



Nadie viene a sentarnos en este diner. No me ofendo. Mi hambre, que es peligrosa, puede más que este cliché. Yo misma soy mi ruta. Atravieso el Wait to be seated y busco nuestra mesa en el amplio salón. Tomo posesión, deposito en ella mis pertenencias y una mujer absolutamente desenmascarada, se nos acerca. Ofrece traer café. Ella es cordial, pero aquí está pasando algo. Observo bien mi alrededor y me encuentro con este corredor de la blancura y la obesidad, solo mi cómplice y yo desentonamos, y no sólo por el color de piel, que eso ya viene siendo secundario. Somos los únicos seres con mascarilla, como recomienda el CDC en lugares públicos cerrados. 


II.

La cultura del pueblo Navajo se funda en su mitología sobre la creación. Diné Bahane, que en navajo significa historia de la gente, es una leyenda que cuenta cómo la tierra inició con el sagrado viento, “unas brumas de luz que ascendieron de la oscuridad para dar vida y propósito” a la inmensidad. Entonces aún no existía el ámbito físico de las personas pero sí el espiritual. Para los Navajo, hubo tres mundos menores antes del actual. El primer mundo lo habitaba “gente insecto”. Hasta el tercer mundo, los habitantes vivían un tiempo en paz pero luego comenzaban a luchar entre sí y se les expulsaba a un mundo nuevo. Ya en el cuarto mundo surgieron, de las espigas del maíz, la mujer y el hombre. Esta mitología de la creación es similar a la cristiana. Las civilizaciones originarias tenían cosmologías, adoraban a un creador omnipotente o espíritu maestro, creían en entidades sobrenaturales menores, incluídos los dioses malignos que repartían desastres, sufrimiento y muerte. También creían en la inmortalidad del alma humana y en el más allá




Lo nuevo de la gente progre estadounidense es detenerse al inicio de cada panel de Zoom, a reconocer y nombrar las tribus indígenas que habitaron el lugar donde ellas, ellos y elles se encuentran en ese momento. En mis días más salvajes, les he dicho que no tengo que remitirme a la época precolombina para reconocer mi situación colonizada, explotada, vulnerada. Les digo que soy Fulana de Tal, puertorriqueña de Puerto Rico, la colonia más antigua del mundo. Ustedes tienen que nombrar a sus tribus originarias para reconocer su ascendencia colonialista. Yo, con tan solo nombrarme, logro lo mismo. Recuerdo ‘Mi vida es mi danza del sol’, ese libro de Leonard Peltier, líder sioux, prisionero político, de los libros más queridos de mi biblioteca. Nuestra vida es una danza de la resistencia contra nuestra propia extinción. 

Pero no siempre voy salvaje por esos mundos de Zoom. Debo decir que las personas que luchan en Estados Unidos me enseñan mucho. Lo que sí es que hay algo que siempre me sienta raro en esa compulsión por la corrección política. Pero no es eso. Es algo más. Y es que la corrección política se nos queda corta. Cuando eres de un país sobreviviente de una historia interminable de violencia política, más que un signo de solidaridad e inclusión como se pretende, a veces la corrección tan solo acentúa todo lo espinoso que nos explota en la cara a diario sin nombrarse; aquello que existe y nos violenta y desposee a diario pero ni siquiera se menciona.    



Siempre me quiero ir, y en esa inquietud ansiosa, no me detengo lo suficiente a pensar hacia dónde voy. Pero vas. Haces tu plan, malabares incluidos, recorres miles de millas de distancia en avión, en auto. Atiendes los avisos de cautela. Mira que esa área del país está mala. Mira que tú cuando vas allá vas a sitios civilizados como Nueva York, como California. Mira que no has viajado para allá desde antes de la pandemia, y las cosas han cambiado mucho. Mira que aquí los supremacistas pusieron a Trump en la presidencia y andan armados, iracundos e impunes. Cuidado con tal lugar, no pernoctes allí, no es bueno. Mejor esto, aquí, lo otro. Ante la duda, busca ciudades más grandes, hoteles frecuentados, no lugares de paso. Atraviesas todo ese discurso, sumado ahora al odio contra la ciencia y contra las tímidas personas enmascaradas en ese país. 



Llegas a tu destino. La Nación Navajo está ahí dentro, como si le arrancaras una superficie muy fina de piel a Arizona. Atravesar dos mundos al mismo tiempo: en un lado, los dones y señoras blancas, perennemente desenmascarados, que nos atienden con obstinación en hoteles, diners, tiendas. En el otro, los puestos de joyeras y artesanos navajo al pie de la carretera, los mercados y puestos de comida, las casas aisladas, empobrecidas, la ausencia evidente de servicios básicos. 

El muchacho navajo, con su mascarilla, nos muestra el Cañón del Antílope, un paisaje natural insólito, caleidoscópico, desconcertante. Este lugar tiene que ser único en el mundo. En esta maravilla de cañón, pequeño, multicolor, “el lugar donde el agua corre entre las piedras”, él se toma el tiempo y el trabajo para revelarnos algo más que lo evidente, que ya de por sí es muchísimo. Nos muestra los detalles, cada formación extraordinaria y su leyenda, cada rincón expresivo, los lugares con la luz exacta, con el dibujo natural para la foto (“¿qué ves ahí?”, “mira ahí el león”, “fíjate que acá se forma un bisonte”, “no dejes de fotografiar el caballito de mar”). Nos lleva por las artes rupestres, por las historias y leyendas tremendas que se han forjado en este lugar desde hace poco menos de 200 millones de años. En el fondo, toda esta región de cañones y montañas rojas con capas de rocas y acantilados coloridos, es un registro espectacular de la historia de la Tierra, sus erosiones, sus tiempos. 

No debo irme sin hacerle un par de preguntas a este chico tan simpático y abierto. No puedo venir de tan lejos a quedarme con mis dudas, pienso. Así que, con ese temor perenne de ser demasiado cantaletera y arriesgar cada experiencia con un trasunto político, le pregunto por lo bajo, como quien no quiere la cosa. El joven, que ha estado muy animado y contento, me responde sin mayor drama, pero también cambia levemente de registro. Me dice que cada vez menos personas de su comunidad hablan navajo, que la juventud habla primordialmente inglés. Conversamos brevemente sobre cómo su nación ha logrado mantener el control de este lugar tan rico e insólito. Entramos en calor cuando ya su tour está por terminar, y tiene otras personas que atender pero culmina nuestro intercambio diciéndome: “Lo que aquí llaman reservaciones indígenas, realmente son campos de concentración”. 

Me reconozco en la naturalidad de su cambio de registro y el poco drama que asume, a pesar de la dureza de lo que acaba de decirme. Esa violencia es algo tan inherente que se lleva adentro, bajo una fina capa de piel que es fácil desprender. 

Se despide de nuestro grupo con su sonrisa y el gozo de quien ha revelado grandes secretos de un trayecto formidable que tal vez nunca volveremos a ver, pero que nunca tampoco podremos olvidar. 








Sunday, October 10, 2021

Viaje al Gran Cañón por la Vegas, Utah y Arizona: un itinerario casi exacto


Por fin volvimos a salir del país, después de exactamente un año y medio. No puedo decir que haya sufrido de “fatiga de isla'' ese primer año y medio de la pandemia. He sufrido otras fatigas, por supuesto, pero no necesariamente la de Isla. Me sorprendió lo relativamente bien que llevé el confinamiento, con algunas excepciones. Trabajé como mula pero, desde que pude, me refugié en la playa y en el monte, así como en una bicicleta que conseguimos para pasear al aire libre. En la vida real (o sea, pre-COVID), uno de mis pasatiempos era buscar destinos interesantes y pasajes super baratos. Durante un año dejé de buscar. Mis horas en Google Flights migraron hacia Supermax Online (la pesa lo sabe). Obvio que ni me planteaba viajar. Pasaban los meses y yo ni abría los buscadores de pasajes ni pensaba a dónde sería mi próximo viaje ni cuándo ni cómo. Tal era mi indiferencia, que llegué a preguntarme si alguna vez volvería a sentir aquel deseo viejo, voraz, de irme.



Por fin me llegó el día. Fue una escapada improvisada con muy poco tiempo. Decidimos irnos una semana a ver el Gran Cañón del Colorado en Arizona. Llevábamos muchos años imaginando ese viaje. Pues bien. Tras un verano intenso en todos los sentidos, coronado por una pérdida familiar muy dolorosa, decidimos irnos. Un pasaje barato a Las Vegas, cortesía de mi suscripción a
https://www.mochileando.com/ nos dio el último empujón. Así organizamos este viaje, uno de los más impresionantes que he hecho en la categoría de bellezas naturales:



Día 1: San Juan - Las Vegas

El vuelo a Las Vegas es larguísimo. Pero larguísimo. Nosotros no teníamos nada que buscar en Las Vegas pero, si tienen el tiempo, pueden aprovechar para ver algún espectáculo interesante. Tratamos de conseguir boletos para el Circo del Sol pero no había disponibles. Pero hay otros, dependiendo de la temporada. También Las Vegas tiene excelentes restaurantes (aunque según la investigación que hice, los mejores son extremadamente caros. Tipo $400 por una cena entre dos). No tuvimos suerte en ese aspecto pero realmente solo pasamos la primera y última noche allí y no alcanzamos a planificarlas. 


 


Día 2:  Zion National Park, Utah:

Salimos temprano en la mañana de Las Vegas y desayunamos ya en Utah, en un Black Bear Dinerlleno de gente sin mascarilla (prepárense porque esto es tierra de anti-maskers)pero muy decente y económico el desayuno (obviamente, el café es horrible… esa agua de piringa que ya ustedes conocerán pues es típica en EEUU).


Este parque nacional vale el viaje a la famosa cochinchina. Manejamos unas 2.5 horas desde Las Vegas y llegamos a este cañón de unos 2,000 pies de profundidad, que regala unas vistas y caminatas inolvidables. Zion está ubicado a lo largo del borde de la meseta de Colorado, una región grande y elevada que se extiende desde el centro de Utah hasta el norte de Arizona, e incluye parte de Colorado y Nuevo México. Desde hace más de 250 millones de años, las capas de roca en esta región se han estado levantando, inclinando y erosionando, hasta formar una serie de acantilados coloridos llamados Grand Staircase. Esta "escalera" presenta un registro espectacular de la historia de la Tierra desde hace casi 2 mil millones de años hasta hoy.  

Aquí pueden leer más acerca de las formaciones geológicas de Zion. 


En este parque estuvimos toda la tarde. Alcanzamos a hacer varias rutas de senderismo como los Upper and Lower Emerald Pool Trails y el Riverside Walk, todas rutas fáciles o moderadas. Caminamos mucho y llegamos hasta la zanja del cañón donde, por supuesto, debes estar preparada para mojarte los pies en un agua extremadamente fría. 

Al salir de Zion, con el boleto de entrada al parque (de $30), puedes pasar un peaje en el auto hacia la ruta panorámica. Este paseo no debe perderse. Es cortito pero absolutamente imponente y hermoso. 


En Zion hay un par de restorancitos. Nos detuvimos en uno mexicano a tomar una margarita y picar algo pero decidimos continuar el viaje y comer más adelante. 

Les recomiendo parar a comer o incluso, si tienen el tiempo, visitar Kanab entre medio de Zion y Page. No nos detuvimos pero se veía que era un pueblo interesante y en ese enlace que les puse pueden encontrar actividades que hacer allí. 

Nosotros seguimos a Page, donde pasamos la noche.

Page es uno de esos pueblos sin gracia alguna de tantos en Estados Unidos. Pero nos quedamos ahí, en un hotel bastante genérico, para poder visitar Horseshoe Bend al amanecer y, posteriormente, Antelope Canyon, en la Nación Navajo. ¡Ambos son imperdibles! Hay que verlos, lugares muy impresionantes. 


Día 3: Salida del sol en Horseshoe Bend, 6:00AM

Llegamos a  Horseshoe Bend poco antes de las 6:00 de la mañana y caminamos hasta el mirador frente al cañón, que es parte del Río Colorado. A esa hora es perfecta la visita. No hay mucha gente. Es un cañón pequeño y se ve desde arriba, completo. Me parecía estar en otro planeta. 





10:00AM: Antelope Canyon 

Este lugar tiene que ser único en el mundo. Tiene 120 pies de profundidad y entre 8 y 60 millones de años. Surgió de la erosión provocada por inundaciones repentinas en monsoon season.  


Se va en grupo. Es decir, hay que reservar la visita. Nosotros lo hicimos vía Expedia.

En la Nación Navajo fue donde único vimos reglas para el uso responsable de la mascarilla. En toda la región de nuestro viaje, desde Utah hasta Nevada, la mayor parte de la gente no utilizaba la mascarilla y hasta te miraban mal si tú la usabas. Fuimos incluso a varios restaurantes donde los meseros y meseras no usaban la mascarilla. Fue espantoso y freaky! Evidenciar la absoluta ignorancia, arrogancia y temeridad de tantos estadounidenses, especialmente la gente blanca, es una experiencia terrorífica. Por suerte, aparte de estar vacunados, tuvimos muy poca interacción con la gente. Casi todo el viaje fue al aire libre.  

Al salir del Cañón Antílope, paramos en un supermercado a hacer la compra del Gran Cañón y partimos. 





6:00 PM - Puesta del sol en el Gran Cañón - Ver esta puesta del sol es imperdible.


Día 4: El Gran Cañón 

De Antelope, nos fuimos finalmente a la zona del Gran Cañón y llegamos justo para la puesta del sol, un evento memorable que mucha gente no quiere perderse. Yo pude haberme regresado después de ese pedazo de tarde que pasamos allí viendo aquel escenario de la inmensidad.


Ninguna foto le hace justicia a lo que se avecina en esta parte del mundo. Pasado el pequeño pero inaudito cañón del Antílope, no se sospecha la escala de esta secuencia de maravillas hasta que se llega al pie del Gran Cañón del Río Colorado. 277 millas de extensión. Puerto Rico cabe casi tres veces sólo a lo largo. 


Nosotros fuimos al South Rim. El norte es lejos, como 4-5 horas en carro desde el sur. El sur es más grande. Luego también está la opción de bajar el Cañón o mantenerse arriba... Nosotros no bajamos porque no tuvimos tiempo. Se puede bajar pero hay que acampar allá abajo un día al menos. Merece la pena pero lo dejamos para la próxima ocasión. 




¿Dónde nos hospedamos?

En este Tiny House, en Williams. Es para dos personas. Bello! Nos encantó. 




Para quedarse hay dos opciones: justo dentro del Cañón hay unas cabañas. Si son un grupo y consiguen ahí, tal vez les merezca la pena porque aunque son más caras, son varias personas. Justo fuera del Cañón también hay unos lodges/hotelitos. A mí no me parecieron nada interesantes pero están cerca. 


Luego está el área circundante, como a media hora, un área completamente off the grid (todo es solar)donde se alquilan trailers pero bien lindos y bien montaditos, tiny houses (como la nuestra) y también hay un par de casitas, como cabañitas, no muchas, creo. Es hermoso porque de noche las noches son estrelladas. A mí me encantó quedarme allí. Llevamos cosas de picar, nuestro vinito y nos sentábamos PM, cansadísimos del día, que empezaba a las 5:00AM,  a ver la noche. Pueden buscar en Airbnb bajo Grand Canyon o Williams, Arizona.   


-Al Gran Cañón le dedicamos unos 2 días. 


OJO: Si van en pleno verano, el calor es tan brutal que dicen que no se recomienda caminarlo entre 10:00-11:00 AM y 3:00-4:00 PM… Nosotros fuimos en septiembre 10 y tuvimos buena temperatura, pudimos caminar todo el día. 


-Cenamos una noche en el pueblito de Williams, que es el pueblo de donde salía originalmente la famosa Ruta 66. Está chévere para comer, es mono, con sus tienditas, restaurantes, breweries, etc… Pero de nuevo… es gringo y gringo gone bad. Unmasked crazy people



Día 5: El Gran Cañón - Nos levantamos a las 5:00AM para estar temprano en el Cañón y pasamos todo el día allí caminando por las veredas. Es importante llevar protección solar (bloqueador, gorra, capa por si llueve o algún suéter por si cambia la temperatura), agua, meriendas. Hay lugares donde comer y comprar cosas pero no están por todas partes. El lugar es grande y, si quieres verlo completo, seguramente tomarás los buses dentro del parque para ir de un lado a otro.


Día 6: Sedona

VIsitamos nuevamente el Gran Cañón en la mañana y luego nos fuimos a Sedona (de camino a Sedona paramos en Flagstaff a almorzar con nuestros amigos Rima y José Luis)

Sedona es bello pero gringo. 

Algunos sitios en Sedona o cerca:

  • Trails Red Rock (Senderismo)

  • Hay baños termales. Pueden buscar. Hay en muchos hoteles. Nosotros no fuimos porque estaba caluroso, más bien queríamos piscina y fue buena idea buscar hotel con piscina porque el calor es brutal. 

  • Winery Jacovina tasting room (el vino no es la gran cosa pero nosotros por averiguaos fuimos e hicimos un tasting y estuvo chévere. Hay otros wineries para escoger. 

  • Cottonwood es un pueblo bonito. Queda como a 30 minutos de Sedona. Con tienditas, cafés, etc. Mereció la pena. Fuimos por este restaurante italiano del que habíamos leído y que nos gustó mucho. 


De Sedona (donde estuvimos dos noches) nos fuimos de regreso a Las Vegas, haciendo una parada en Hoover Dam, una represa que es una obra super importante de la ingeniería y el manejo del agua así que a Art le interesaba. La verdad es que es impresionante. Es una buena  parada aunque yo me achicharré caminando por allí. El calor ese día fue muy intenso.




















 


Monday, February 3, 2020

Reyando sin reyes por Granada



Por Mochilero 

A mi Mari (Malamañosa), en su cumpleaños cuarenta y poco, con el amor y paciencia de nuestros viajes aquí en la Patria y por allá en las de otros. No sería ni remotamente igual sin ti.

“Quiero que los Reyes me traigan un microscopio para ver a estafilococos”, disparó Mario sin ninguna contemplación. El joven no pesa 60 libras ni mojado con todo y ropa. Tiene 11 años y aún no alcanza los cinco pies de altura.

No lo dijo por facilitar una conversación entre extraños, lo acababa de conocer y ni idea tenía de que enseño Microbiología en la Universidad de Puerto Rico. José María y Teresa tampoco conocen a estafilococos. Nos acogieron a ciegas, a Mari y a mí, por unos días en el barrio granadino del Realejo. No entienden la obsesión de Mario, solo sé que Teresa estuvo todo el día pre-sísmico de Puerto Rico allá en el sur de España buscando un microscopio “de verdad”.


No se pregunte cómo llegamos allí, aún no sé explicarlo. Resulta que los amigos nuestros acá en la Isla, Nadja y Camilo, son amigos de Elena, quien está casada con un gringo, uno bueno como testimoniaba con múltiples anécdotas José María, que a su vez es el esposo de Teresa, padre de Mario. Nos comentaban que, en un viaje por una boda, gozaron todas las noches hasta el amanecer con la cuñada de Elena, o sea, Teresa y de ahí se hermanaron. Por los horarios y el listado de lugares recomendados aún sigo pensando que los boricuas de Trujillo no conocieron la ciudad con luz natural.

No fue necesario el certificado de buena conducta, tampoco el resumé. Cuando supieron que iríamos a "Graná", se hizo el puente automático. Era una manera real e imaginaria para Nadja y Camilo regresar a la ciudad vieja. “Acá los esperáis” recibimos por un nuevo grupo de WhatsApp al cual me añadieron sin preguntar.

“Pórtate bien y responde” me advirtió María de las Mercedes, que ya conoce cómo se me complica interactuar así de la nada. Tampoco tenía los meses de distancia que necesité al principio de nuestra relación para finalmente hablarle a su hermano Raúl. “Es que él es del campo” dice ella siempre para explicarlo.

“Lo importante es disfrutar. No os estresáis, el plan que tenemos es recorrer la ciudad con vosotros”, nos advirtieron antes de llegar manejando hasta la estación ferroviaria de Andaluces. Los días previos habrían sido para conocer Sevilla y los pueblos blancos de Cádiz desde Arcos de la Frontera, Grazalema, Olvera y hasta el pueblo que nació bajo las rocas de Setenil.




Los próximos días serían para caminar la ciudad, promesa de Reyes cumplida.

Por un callejón hasta el Lavadero del Celta y de ahí a buscar una ‘caña’ en Carmen de San Miguel. Ya entrada la noche, subimos por escaleras, calles estrechas y recovecos hasta la Alhambra, la referencia de esta ciudad, inmensa ciudad-fortaleza árabe que se vislumbra desde casi cualquier lugar y a cualquier hora en Granada. Seguimos bajando por el Callejón de los Chinos, luego la Vereda de los Tristes nos llevaría a la Taberna del Darro que hace frontera con el Río de Oro. Tapas, vino y conversación por paradas. En Puerto Rico esto sería clasificado como chinchorreo, pero sin ‘coche’.





Placitas, escaleras y más callejones hasta la parte alta del Albaycín sería la ruta siguiente. Así llegamos a Miradores Carvajales, a San Nicolás, a la Placita de Aliatar (los caracoles) hasta la Placita del Agua. Adelante, hasta la Puerta de las Pesas hacia la Plaza de San Miguel para bajar 4,000 pasos de vuelta al apartamento. La bajada del Albaycín incluyó una parada en la Calle del Beso, donde nos detuvimos a rendir homenaje a su nombre.

“¿Os veis la Catedral? Llegáis allí, están los Reyes", diría José María en algún momento. Se refería a los reyes católicos, preservados en no sé qué, sus cuerpos en pública exposición.
Mari, que desconoce a estafilococos, sí anda obsesionada con cementerios y muertos. Días antes habríamos hecho parada en otra catedral con una estatua al tope de una estructura musulmana que da vueltas con el viento y donde yacen 200 gramos de Cristóbal Colón. Así como lee, “¡200 gramos confirmados con prueba de ADN!”. Para tan poco contenido no sé por qué construyeron un ataúd de tamaño normal. Dicen allá que, de Valladolid, se llevaron sus restos a Santo Domingo para luego trasladarlos a Cuba. Finalmente, con su repatriación nos liberamos en América de sus restos descompuestos por parientes evolutivos de los estafilococos.


¿Los Reyes? De seguro mi abuelita Ivelina -la colorá de Coabey- habría querido que hiciera parada allí pero, al conocer que habría que pagarle en euros a la difunta monarquía, desistimos para seguir a la Fundación García Lorca. La exposición Jardín desecho estaría en sus últimos días y el asesinato franquista y la historia del poeta sí eran parada obligada. Había que verla con Mariano, el hermano filósofo y literato de Teresa, tío, cuidador y conspirador de Mario. A la salida, subiríamos al Sacromonte. En cada descanso, parábamos por una ‘caña’ y conversábamos con toda la familia extendida. Al final del paseo, la vista vale todos los pasos en escalada. Buscamos una cueva especial en el barrio gitano, donde nos dieron a beber de la bota, por aquello de mantener ‘viva’ la tradición.



Teresa es maestra de literatura, José María también. Viven en Ceuta. “Sí, le conseguí el microscopio”. Desde acá pienso a Mario descubriendo un mundo no evidente al que solo podemos llegar a través de un viaje óptico con lentes magnificadores trabajando en conjunto con iluminación. ¿Habrá conocido a la microscópica bacteria con morfología esférica en arreglo de paquete de uvas? Los estafilococos suelen causar infecciones en la piel y hasta producir toxinas responsables del síndrome shock tóxico.

Hay mucho de valentía en querer conocer de cerca a este microorganismo peligroso. Espero no crea Mario que podrá observar con ese instrumento al nanométrico coronavirus, para eso necesitará un costoso microscopio electrónico de decenas de miles de euros. En ese momento Teresa tendrá que confesarle que los Reyes no existen, que mejor se dedique a conocer a estreptococos, otra bacteria esférica con arreglo celular en cadena, algunas de las cuales nos enferman, mientras otras nos protegen la piel.




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